En el bosque de la vida existía un árbol que con sus ramas y hojas, aún no había extendido sus propias raíces, esas que lo podían agarrar firme a la tierra. Este árbol había sabido tiempo atrás que sin ese firme agarre los vientos del destino podrían volcarlo o los fuegos del averno calcinarlo. Hasta que un día, en unas horas imposibles de olvidar, de las mismas entrañas de su tronco nació la primera raíz, viva, fuerte y con buena, buenísima savia.
Esa pequeña raíz con el tiempo se convirtió en otro árbol que sigue dando vida a aquel árbol que no tenía raíces y que hoy está firmemente convencido de que sus raíces fueron las mejores.
Por Dolores Beltrán Poley, mi madre. Dedicado a mí.
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